El cambio del director del centro, tras su repentina desaparición, junto con una serie de muertes inexplicadas fueron el comienzo de una oscura etapa.
Los resultados médicos con los pacientes, que antaño fueron buenos, dejaron de serlo y se comenzó a generar una gran presión sobre los médicos, enfermeros y gestores del hospital.
Esto llevó al personal a aplicar nuevas «terapias» en busca de resultados. Terapias que más bien parecían torturas carcelarias: pacientes expuestos durante horas ante grandes lámparas de rayos ultravioleta, tratamientos de electroshock y operaciones innecesarias entre otros.
Lejos de curar o al menos paliar los síntomas, estas terapias no solo empeoraban la enfermedad sino que además acababan con la vida de los pacientes.
Los muertos comenzaban a multiplicarse, ya que los macabros experimentos terminaban más rápido con la vida de los pacientes que las propias enfermedades.
El sanatorio se cerró en 1961 con un balance oficial de más de 200 muertos.
Años más tarde, en 1971 se rehabilitó y abrió como residencia de ancianos, pero los supuestos malos tratos y algunas muertes extrañas hicieron que el lugar cerrara de nuevo en 1974.